2.02.2007

¡Cuidado con el hermafroditismo clasista!

Que muchos activistas de la igualdad sexual (mal llamada "de género", salvo que se esté hablando de cuestiones gramaticales o del taxón que agrupa a especies que comparten ciertos caracteres) cometan la burrada de hablar de "niños y niñas" o "peruanos y peruanas", en pro de la inclusión y otros principios sociales de moda, puede ser justificable y aun comprensible; pero que la necedad en cuestión forme parte del discurso del Ministerio de Educación ya es cosa grave. ¿Acaso nadie en este poco educado ministerio o en sus burocráticas UGEL sabe referir correctamente al conjunto de sujetos con penes y seres con vaginas? ¿Podrán hacer clasistamente algo los contestatarios y contestones dirigentes del SUTEP? ¡No, no me digan que "los camarados y las camaradas" están de acuerdo en tremenda agramaticalidad con el sistema imperante! Estimados docentes de una y otra orilla, de ésta y aquella materia: ¡cuidado con la solución que se divulga a diestra y siniestra! Resulta muy gracioso el modo "erudito" en que algunos hablantes resuelven la burrada magisterial (o, más bien, la magistral burrada) de referir innecesariamente "hombres y mujeres" con la fórmula "personas de ambos sexos". Permítanme una sonora carcajada. Si nuestra intención no es otra que aludir al travestismo de la Princesa Caballero o describir a ciertos personajes de "El banquete" de Platón (que permiten entender cabalmente el complejo amor platónico y la teoría de la media naranja), entonces hablemos de personas de ambos sexos, es decir, con polla y coño, como dirían los españoles. Ahora, si se trata de ser políticamente correcto, digamos pues, sin faltar a nuestro idioma para no lucir a los cuatro vientos que somos -aparte de necios- huachafos y ramplones, digamos, repito, con total corrección, "niños de uno u otro sexo" o "peruanos de uno u otro sexo", a fin de que el remedio no resulte peor que la enfermedad.

1.11.2007

¿Es correcto relanzar las incorrecciones?

En el ámbito del uso del idioma, fiarse de la lógica tiene sus bemoles. Un aparato sin cable es un cómodo y útil invento. Pero la plausible existencia del micrófono inalámbrico, por ejemplo, ha generado que las personas relacionadas con el rubro del audio estén empleando el horrísono adjetivo "alámbrico" para especificar que dicho dispositivo cuenta con cable. No siempre los términos con el prefijo "in" -cuando indica negación o privación- suponen una locución sin la presencia de esta partícula compositiva. Esta misma "lógica" es la que lleva a muchos hablantes, sobre todo los dedicados a la comunicación y política, a suponer que el prefijo "re" significa repetición, por lo que asumen que "relanzar" es lanzar algo nuevamente -no tienen la más mínima idea de que este verbo significa repeler, pues en este caso dicho prefijo indica oposición o resistencia-. Pero como lo común se convierte, tarde o temprano, en lo correcto o aceptado (¿no ocurre algo parecido en el "rubro" de la corrupción?) quizá la vigésima tercera edición del Diccionario de la lengua española nos dé alguna sorpresa que sin duda los más castizos relanzarán.

8.01.2006

“Vernacular”: misma chola vernácula, pero con calzón roto

Así como hace un año la bronca fue en el barrio de las letras (criollos contra andinos, serranos contra costeños), hoy es en el escenario de las folcloristas y las folclóricas. Tras la verdad desnuda -cierta cantante cajamarquina demostró ante las cámaras de televisión que tenía mejor cuerpo que las demás estrellas del folclor y, sobre todo, agallas para mostrarse en sostén e hilo dental, por lo cual, según ella, la han calificado de protistuta (sic)-, brotó el pus, la vil palabreja, el espurio adjetivo: "vernacular". Al igual que los innecesarios y apócrifos verbos "aperturar", "recepcionar" y "tugurizar" -que se forman a partir de los sustantivos "apertura", "recepción" y "tugurio", respectivamente, con sólo añadir las partículas "r", "ar" y "zar" al final de éstos-, el adjetivo "vernacular", con su pomposo aire de verbo, denota una doble torpeza: porque lejos de cambiar de categoría gramatical, continúa siendo un adjetivo que sigue calificando, ni más ni menos, a aquello que es doméstico, nativo, de nuestra casa o país. No obstante ello, goza de gran aceptación del vulgo y la pituquería. Es más, "vernacular" es un vocablo de existencia tan forzada como espantosa y grotesca, que resulta increíble que nadie repare en el error y que, en el colmo de la ignorancia supina, se emplee hasta el cansancio incluso en el ámbito especializado y académico del folclor. Disculpen la pregunta retórica, pero ésta es inevitable: ¿por qué complicarnos la vida forzando rococómente, hasta el extremo de lo cursi, las palabras? En este patético cuento de la cantante vernácula en hilo dental, tildada de "bataclana vernacular", lo más triste son las justificaciones de los infractores supuestamente cultos ante el reproche: "yo sabía eso...", "empleo el término para jugar..." Lo único bueno de esta historia es el esfuerzo intelectual de separar la paja del trigo: determinar quiénes son las folclóricas, y quiénes, las folcloristas. Esclarecimiento que sin duda llevará a más de un seguidor de Magaly Te Ve a consultar el diccionario. Habrá sorpresas.

7.19.2006

Cuando el verbo “jurar” está en manos de jumentos

Y pensar que jurar por Dios y por la plata fue suficiente escándalo y evidencia de estupidez... Al parecer, la ignorancia no es la única insolente, pues la huachafería de ciertos comunicadores sociales reclama el adjetivo a viva voz. Por una inexcusable ocurrencia, algunos señores de los medios juran y rejuran que "juramentar" es una versión repotenciada o con caché del verbo "jurar". Estimados periodistas que confunden papas con camotes, desháganse del burrito Kitsch que mora en ustedes: "jurar" es someterse solemnemente y con igual juramento a los preceptos constitucionales de un país, graves deberes de determinados cargos, etcétera, y "juramentar" consiste en tomar juramento a alguien -y es mejor dejar ahí la cuestión porque como verbo pronominal (obligarse con juramento) otra es la historia-. Para que lo sepan de una vez: Alan García jurará el 28 de julio. Después juramentará a sus ministros. ¿Quedó claro?

6.06.2006

Sobre un asunto humano y la incorrecta enmienda de la RAE

Los textos con errores no son perpetrados exclusivamente por escritores noveles o periodistas que se conformaron con las clases de redacción de sus casas de estudios. Aunque parezca increíble, los señorones que se encargan de "fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza" comenten también faltas imperdonables. En la vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua Española, el término "epígono" cuenta con el siguiente significado: "Hombre que sigue las huellas de otro, especialmente el que sigue una escuela o un estilo de una generación anterior." Este enunciado, correctamente escrito, cuenta con un sutil desperfecto: no ser políticamente correcto. ¿Por qué sólo se alude al hombre? ¿Acaso una mujer está impedida de seguir las huellas de una persona de su mismo sexo o, incluso, de un hombre? "Hombres y mujeres" que leen estas líneas: la meta es evitar cualquier sombra de exclusión, de marginación, de segregación. Los ámbitos laboral y político quedaron chicos: el idioma es también campo de lucha para las reivindicaciones sexuales, aunque éstas sean poco significativas o sustancialmente inútiles. Pero ¿alguien tuvo en cuenta que la palabra "hombre", en su primera acepción, considera tanto al varón como a la mujer? En fin, eso pudo pasar inadvertido porque las horas de lucha no dejan tiempo para consultar el diccionario, pero enmendar el término "epígono" (avance de la vigésima tercera edición) para introducir una falta de concordancia de género es un lamentable descuido de los académicos ("Persona que sigue las huellas de otro, especialmente el que sigue una escuela o un estilo de una generación anterior."). Una cosa es atender con diligencia las presiones de las ONG feministas, y otra cumplir de modo rápido, torpe y sumiso con reclamaciones sociales que están mediáticamente de moda.

6.04.2006

La palabra "copamiento" no está en el Diccionario

Hasta ahora, todo indica que, en los próximos días, un término volverá a ponerse de moda. Pero hay un problema: esta expresión no figura en ningún diccionario. Por tanto, no es correcto referirse a cierta práctica en el sector público como "copamiento". Muy usada por políticos y periodistas desprevenidos y poco preparados, es decir, la mayoría de éstos, la palabreja en cuestión proviene del verbo "copar", cuya segunda acepción es conseguir en una elección todos los puestos. Como se puede advertir, este sentido no se vincula con lo que supuestamente significa "copamiento", ya que este término implicaría, más que un merecido resultado del acto de sufragar, la consecuencia de la borrachera que genera el poder. Esperemos que los periodistas se esfuercen en buscar un término adecuado para referir tal desvergüenza de los partidos cuando llegan al poder, y que los políticos que asuman lo que el pueblo les ha encomendado erradiquen tanto dicha práctica como el vitando vocablo.

6.03.2006

Lima bizarra: ¿estrambótica o valiente?

Emplear la expresión "bizarro" como sinónimo de rarísimo, extraño, estrafalario o estrambótico -o incluso para calificar a cierto género pornográfico o parafilia- es incurrir en un craso error. ¿Cuál es el yerro? La equivocación se origina por el parecido entre la palabra española "bizarro" y el término inglés "bizarre" ; aquélla significa tanto valiente como generoso, lucido y espléndido. De manera que calificar a la ciudad de Lima de bizarra resulta ser una torpeza, salvo que se haya pretendido evocar el apellido de su fundador (quien, además de ágrafo, era bizarro), de relacionarla con el afamado soporte que permite a los profesores ilustrar sus lecciones en el aula (en la medida de que la capital del Perú luce literalmente escrita y dibujada) o de describir tan sólo unos dos o tres distritos espléndidos. Pero estas justificaciones pecan o de ingenuas o de muy tiradas de los pelos. De todo esto, sólo queda claro que la ignorancia, lejos de ser valiente, es más común entre individuos que tienen en sus manos la responsabilidad de comunicar masivamente sus opiniones. Desgraciadamente, esto es cada día menos raro o extraño.